Del 14 al 16 de febrero se ha celebrado en Madrid el Congreso de Laicos, bajo el lema “Pueblo de Dios en Salida”. Ha reunido a más de 2.300 personas procedentes de todas las organizaciones laicas de España.

Vista general del congreso

Tras año y medio de preparación, la comisión ejecutiva y organizadora del congreso publicó un documento que iba a servir como base de trabajo durante estos días. El Instrumentum Laboris se elaboró a partir de las aportaciones de 2.487 grupos, comunidades, diócesis, etc, entre las que se encontraba CEMI, que también hizo llegar sus reflexiones sobre la realidad de la Iglesia en España. La Familia Marianista estuvo representada por un total de 12 personas (CEMI, Fraternidades, religiosos y religiosas…)

Miembros de la Familia Marianista que asistieron al Congreso.

El lema elegido para el Congreso no ha podido ser más oportuno, y va en la misma línea del discurso del Papa Francisco: impulsar la opción misionera del laicado para acompañar a los hombres y mujeres en sus anhelos y necesidades, en su camino hacia una vida más plena, mediante el anuncio del Evangelio. El propio Francisco envió una carta a todos los asistentes que fue leída en la inauguración. En ella, el Papa insta a los laicos a entrar en cada rincón de la sociedad “y les pido, por favor, que eviten a toda costa, las ´tentaciones´ del laico dentro de la Iglesia, que pueden ser: el clericalismo, que es una plaga y les encierra en la sacristía, como también la competitividad y el carrerismo eclesial, la rigidez y la negatividad…” (http:// www.pueblodediosensalida.com/mensaje-del-papa-a-laicos2020/)

Precisamente a avanzar sin miedo se iban refiriendo en sus intervenciones los primeros en dar la bienvenida en el acto inaugural del viernes, los cardenales Ricardo Blázquez, Carlos Osoro y Kevin Farrell. Participó también en la presentación Isaac Martín, delegado de Apostolado Seglar en Toledo y miembro de la comisión ejecutiva del Congreso en la que fue rotundo al afirmar: “Este congreso no es una asamblea para exigir cambios en la Iglesia, sino que somos los laicos los que debemos cambiar la Iglesia”.

Los congresistas han participado en cuatro itinerarios propuestos:

· El primer anuncio (como raíz de la misión de la Iglesia)

· El acompañamiento (en los diferentes ámbitos y situaciones vitales del ser humano).

· El proceso formativo (infancia, adultos, oración, familia, profesionales, etc.).

· La presencia en la vida pública (política, economía, trabajo, inmigración, ecología, etc.).

Cada itinerario ha tenido un ponente que explicaba las líneas generales que después se han ilustrado con las experiencias en estas materias de grupos y asociaciones, abriéndolas así al trabajo posterior de los grupos de reflexión. Ha llamado la atención que, de los cuatro ponentes, solamente uno fuera laico.

En las experiencias presentadas, sin embargo, aparecía la pluralidad real de la Iglesia: comunidades parroquiales comprometidas, ONGs, grupos cristianos que trabajan en todas las áreas sociales: educación, inmigración, diversidad funcional, familias, política, trabajo… A estos grupos se les planteaban tres preguntas que requerían tres respuestas, concisas y claras, en cada uno de los temas tratados:

  • ¿Qué actitudes hay que convertir?
  • ¿Qué procesos es preciso activar?
  • ¿Qué proyectos se pueden proponer?

Con sus respuestas se ha redactado un documento que, desde la dimensión sinodal y de comunión, recoge las directrices del trabajo a realizar por la Iglesia en los próximos años. En la ponencia final, el obispo auxiliar de Barcelona Antoni Vadell y la periodista Ana Medina fueron desvelando algunos de estos puntos y conclusiones que se habían tratado en los grupos de reflexión. Estos son solo algunos de los puntos enumerados (el documento completo ha sido publicando por Ecclesia):

  • Es necesario asumir nuestra responsabilidad como bautizados.
  • Debemos integrar a los migrantes, acogiéndolos.
  • Hay que pasar de una pastoral de mantenimiento a una de misión.
  • Compartir la alegría de la fe con los cercanos y más desvalidos.
  • La parroquia es el centro de acogida, lugar privilegiado y central.
  • Elaboraciones de planes de formación en acompañamiento.
  • Establecer un diálogo con la sociedad `civil´.
  • Establecer un diálogo entre fe y ciencia.
  • Fomentar foros para cristianos comprometidos en política
  • Incorporación de la ecología en la vida diocesana.

Vadell terminó su ponencia diciendo “Estamos llamados a salir de aquí con tarea”.

Ahora queda el post-congreso, la parte esencial de este camino emprendido. Y así lo afirma Isaac Martín: “Somos un Pueblo, a cada uno de nosotros corresponde escribir en la página en blanco en la que se concreta nuestra vocación, aquello a lo que estamos llamados. Y hemos de hacerlo, en comunión y desde la libertad y la Verdad. Nada está escrito. Esa es nuestra misión”.

Los congresistas de CEMI opinan:

                Paloma González- Blanch (Sueño de Jacob)

                Mi experiencia en el congreso ha sido de pertenencia a una Iglesia plural, impulsada por una misma llamada desde el evangelio y por el espíritu que nos une. Me he encontrado con los laicos que desde todas las diócesis españolas, movimientos y asociaciones, representando a muchos más que han participado como nosotros en la preparación del congreso, trabajan a pie de obra en la construcción del Reino, y me ha permitido palpar, a través de las experiencias y testimonios presentados, lo que ellos están viviendo. He sentido esperanza en el futuro de nuestra Iglesia y agradecimiento a todos los que, con su esfuerzo e ilusión, han hecho posible el congreso. Creo que ha sido una auténtica experiencia de sinodalidad, un caminar juntos hacia la consecución de un mundo mejor y más justo.

                En cuanto a las experiencias y testimonios recibidos en los dos itinerarios que participé:

· En las mesas de acompañamiento en situaciones de precariedad y vulnerabilidad, expusieron la experiencia y testimonio de «Rompe tu silencio», iniciativa de un grupo de asociaciones de Toledo, en la que prestan apoyo multidisciplinar a mujeres en situación de violencia de género y a sus hijos, desde todos los ámbitos, vivienda, apoyo psicológico, jurídico, afectivo, económico, laboral, religioso…

· En la mesa de presencia pública en el compromiso en el mundo del trabajo y los sindicatos se presentó la experiencia sevillana de CVX, Casa Mambré, que acoge, en régimen de comunidad que comparten miembros de la comunidad CVX y migrantes y refugiados jóvenes, llegados a España y en el periodo que deben pasar hasta conseguir el arraigo, favoreciendo su formación e integración hasta que puedan  defenderse trabajando por sí mismos. Se expuso también la iniciativa de Iglesia por el trabajo decente, impulsada, entre otros por Cáritas y Justicia y Paz, y una asociación de víctimas de accidentes de trabajo y enfermedades laborales, AVAELA, de Sevilla, presentada por HOAC. Son experiencias y testimonios impresionantes que me dejaron con ganas de conocer muchos más.

                En relación con los grupos de reflexión, referentes a actitudes, procesos y proyectos, hubo bastante coincidencia:

· Actitudes: promover la escucha paciente, respetuosa y orante, el ser proactivos y abrir la mirada.

· Procesos a activar: los que sean fruto de la cooperación dentro de una comunidad viva, la formación de comunidades vivas y ponerse en marcha desde el ser antes que del hacer. Proyectos: formación específica para atender a las necesidades cercanas, flexibilidad y conocimiento de la realidad y la creación de escuelas de acompañamiento en situaciones de vulnerabilidad y precariedad. Trabajo intenso y cooperativo, como se puede ver.

                Entre lo que menos me gustó, el carácter de espectáculo en algunos momentos de acogida y en la presentación de la ponencia final que no respondía, en mi opinión, a lo trabajado en los grupos. Espero que con tiempo suficiente, se publiquen las conclusiones presentadas por los grupos. En su defensa el escaso tiempo transcurrido desde el sábado al domingo para resumir lo trabajado en los ochenta grupos. También me gusto el ambiente gozoso y esperanzado que allí se respiró y la música que nos acompañó.

                Ana Aragón (Tomás Moro)

                Este congreso me ha hecho ver que pertenezco a una Iglesia plural. Tanto como lo es la sociedad en la que vivo. Ver en un mismo espacio convivir a personas de Adoración Nocturna, por poner un ejemplo, con la Comunidad de San Egidio, dan una idea de ese arco enorme.

                He visto personas comprometidas hasta la médula con el día a día de los muchos problemas que tenemos como sociedad: migración, ancianos, familias rotas, soledad, abandono, enfermedad, paro, desarraigo, un infinito etcétera. Algunos de esos laicos combatiendo desde la acción; otros, desde la oración. Me he sentido parte de esa familia tan variada y tan rica.

                También he visto que es difícil cambiar ciertas estructuras. El hecho de juntar a todos los obispos y cardenales en una zona de la sala de celebraciones, el hecho de que hubiera tantos, y tan “de gala”, no dejó de sorprenderme. Quizás se ha querido revestir las celebraciones eucarísticas de una solemnidad impresionante, pero con un cierto aroma caduco. Muy alejado de la petición reiterada del Papa Francisco de no dejarnos llevar por el clericalismo, de que los obispos y los curas huelan a oveja. Aquí el redil estaba bien definido y acotado. Esa gran presencia de obispos, sacerdotes y religiosos parece tutelar la misión de los laicos. Creo que éstos deben renunciar a controlar a los laicos, y dejar al Espíritu Santo que actúe.

                Reconozco el gran esfuerzo en la organización. Eché en falta algo de tranquilidad y silencio. El ruido atronador y constante, el exceso en las presentaciones que parecían más un evento norteamericano en Las Vegas. Y por supuesto, la desmesura en unas eucaristías donde exclusivamente oficiaban obispos y cardenales, desde las alturas del escenario, sin la presencia -salvo en alguna lectura y el ofertorio- no sólo de mujeres sino de los laicos. O sea, de los verdaderos protagonistas del congreso.

Acompañando el Congreso de Laicos

                Tomasi (Betania)

                Siendo sincera, desde que nuestro querido Presi nos invitó a asistir a este encuentro, representando a CEMI, comencé un trabajo interior de motivación. No sabía muy bien a qué íbamos, cómo se desarrollaría. No quería ni hacerme demasiadas ilusiones, ni ir desilusionada, ¡¡difícil equilibrio!!

                Muchos asistentes: La organización la encontré bien para ser tantos, bastantes puntos de información de parte de voluntarios.

                Viernes tarde y domingo mañana poco aprovechada “ Mucho ruido y pocas nueces”.

                Mucha presentación, muchos agradecimientos, muchos elogios al laicado (¿os suena aquello de “con el Laico, pero sin él?”).

                El único día donde se pudo estar en grupo fue el sábado. Uno en la mañana y otro en la tarde, con unas presentaciones y motivaciones previas.

                Para mí fue el espacio donde escuché al laico, laica. También estaba algún sacerdote.  Expresaban lo que sentían, como trabajaban en sus lugares de origen, con las dificultades que se encontraban en la Pastoral Rural, en Teruel, en Soria. El poco margen de acción que tenían ante la escasez de sacerdotes y el no “ facilitar” el que los laicos  pudiesen tener más presencia.

                En la Pastoral, alguien apuntó que se caminara hacia un Diaconado de los laicos y yo muy atrevida lancé un sueño: abrir una rendija, ¿por qué no? acompañados por nuestros obispos. El que junto con la Comunidad que celebra pueda ser presidida por un laico, soltero, casado… Os confieso que se rebulleron en las sillas. Les dije que tranquilos, que tampoco digo que sea para el mes que viene.

                Para finalizar, deciros que me hubiese gustado que nuestros Cardenales, Obispos se hubiesen sentado a nuestra vera pero… amablemente les invitarían, y ellos amablemente aceptaron estar en las primeras filas.

                Esperemos y confiemos que para el próximo esto pueda ser.

Miembros de CEMI durante el Congreso

                Ramón Sánchez- Guardamino (María Reina)

                La valoración es positiva por lo que tuvo de encuentro personal con otras realidades laicales de España, muy variadas y cada una con su especial carisma y compromiso. Hay mucha gente pringada en realidades muy diversas, muchas al lado de los más desfavorecidos, y compartirlo enriquece y alimenta la esperanza en ser capaces de construir entre todos una Iglesia cada vez más comprometida. En la mayoría de las situaciones de marginación, vulnerabildad, miseria, etc., que viven tantas personas, hay alguien de Iglesia ahí (muchos lacios/as entre ellos/as).

                De los dos itinerarios en que participé me ciño a los pequeños grupos de 20-25 personas, que fue lo más importante:

1.- En el itinerario de la mañana, Acompañamiento en diálogo con la increencia, se nos expusieron, en el pequeño grupo, dos experiencias del diálogo entre fe y ciencia (la cátedra Pedro Poveda que tiene la Institución Teresiana en la Universidad Pontificia de Salamanca, y la Cátedra Francisco José Ayala que los jesuítas tienen en la Universidad Pontificia de Comillas), y entre fe y cultura (el espacio O_Lumen, que los Dominicos han creado en la calle Claudio Coello nº 141, de Madrid). Muy interesantes las tres, aunque lógicamente te dabas cuenta de que siempre es una orden religiosa la que está detrás de cada experiencia, no propiamente laicos/as. Pero sí había un consenso amplio entre todos los del grupo en que tenemos que tener abiertas las mentes, que la ciencia y la fe se complementan (la primera responde a cómo son o cómo funcionan las cosas del mundo, y la segunda al por qué y para qué de que las cosas sean como son y el sentido del mundo). Con la cultura hay una relación acaso más fácil por medio del arte. 

2.- En el itinerario de la tarde (Cómo crear pensamiento transformador), unas personas de Comunión y Liberación nos expusieron su experiencia de lo que llaman el Encuentro Madrid, jornadas de fin de semana de convivencia entre familias con asistencia de distintos invitados del mundo de la política, la artes, etc., que son momentos de abrir las mentes y compartir experiencias muy variadas que valoran muy positivamente. Y luego unos miembros de las Comunidades de Vida Cristiana CVX (carisma jesuita) nos expusieron su experiencia de tratar de tender puentes y propiciar el encuentro y el diálogo en situaciones de confrontación. Método aplicable a muchas realidades de conflicto que ellos en concreto trabajan en encuentros que están teniendo entre comunidades CVX de Cataluña y del resto de España para abordar el tema del independentismo catalán, con todas las asperezas que ha suscitado dentro y fuera de Cataluña. 

                Ya digo, muy enriquecedor, como pueden ser tantas y tantas experiencias en las que unos y otras estamos pringados/as.

                Para mí, la parte menos grata del Congreso es lo que se percibe de institucional de fondo. Aunque en cada uno de mis dos grupos pequeños de mañana y tarde hubo un obispo (Arturo, obispo auxiliar de Valencia, por la mañana, y Toni, obispo auxiliar de Barcelona, por la tarde), que estuvieron como uno más, cercanos, comunicativos y afables, lo cierto es que los plenarios, con presencia de decenas de obispos y algún cardenal, todos revestidos y con mitra en las eucaristías, hacían dudar de que estuviésemos en un Congreso de Laicos/as.

                Como notas negativas en este sentido, yo pude apreciar:

  • Que los obispos y cardenales se sentaron en los puestos principales del salón de plenos, siendo un congreso de laicos/a.
  • Que presidieron las eucaristías sin opción posible a cualquier concelebración con sacerdotes de a pie o con algún papel más relevante de los laicos/as.
  • La eucaristía del domingo, sobre todo, claramente como una representación teatral (vestiduras, incienso, cantidad de ayudantes de los celebrantes para infinidad de pequeños gestos… ). En fin, nada que ver con la Última Cena.
  • Me llamó mucho la atención que en el cuadernillo guía del Congreso, junto a horario, oraciones, cantos, planos de situación y varias cosas más, en la parte de las eucaristías de sábado y domingo venía recogida al detalle toda la plegaria eucarística (con las partes que tenía que decir sólo el presidente de la celebración, o los concelebrantes o toda la asamblea), ¡¡pero no venían las lecturas!! Da que pensar: como si la Palabra de Dios no debiese estar al alcance de todos/as para poder leerla, releerla y reflexionarla durante la celebración o incluso después, y sólo pudiese ser proclamada de viva voz y que la capte a la primera quién la escuche. 
  • Que insistiesen mucho en sus intervenciones (tanto las del acto inaugural como en las de las eucaristías) en el importantísimo papel de los laicos en el mundo, que tenemos que ser Pueblo de Dios en salida (hacia los más desfavorecidos, hacia los increyentes, etc.), pero casi nada que yo recuerde sobre un papel más activo dentro de la Iglesia (se acepta un papel importante en las catequesis y no mucho más). Nada desde luego sobre una mayor responsabilidad en liturgia y celebraciones (incluso presidirlas), organización de parroquias, elección de obispos, etc. El truco de enfatizar la dedicación del laicado al mundo hace que no se planteen para nada su papel dentro de la Iglesia. 
  • Siempre todo ello recalcando que la actuación de los laicos es «bajo la guía de sus pastores y del Magisterio de la Iglesia». Los laicos/as, por tanto, siempre en un plano secundario.

                Mi impresión es que los participantes y las comunidades o movimientos a quienes representábamos vamos a seguir involucrados en las cosas que nos traemos entre manos en el «mundo», no hay otra, pero que la Iglesia esté dispuesta a una renovación seria hacia la sinodalidad (caminar juntos) lo veo algo muy lejano.    

El agua del congreso ¿Una marca casual?
 

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